tortillez600Desde hace apenas unos días, Los Tortíllez cuenta con un hermano pequeño en el barrio de Sant Antoni que mantiene intacto el espíritu del anterior. Muebles de formica en la cocina, aparadores de madera caoba, gres en el suelo, tapetitos de ganchillo, gotelé en la pared, vajillas de Duralex y unas tortillas jugosas y divertidas que son las auténticas protagonistas de una carta que podríamos degustar sin cansarnos día tras día porque, de alguna manera, recoge los platos de la vida de muchos.

Quien haya estado alguna vez en Los Tortíllez de la calle Consell de Cent sabe perfectamente que es un local en el que es fácil sentirse como en casa desde el primer momento. Por su decoración, inspirada en los hogares españoles de los años 70 y 80 y repleta de pequeños y sugerentes detalles (desde Pryca a Naranjito) que nos trasladarán de un plumazo a rincones de nuestra infancia, a hogares de padres y abuelos en los que un día no tan lejano nos sentimos bien.

También por su carta, que ofrece una cocina casera al cien por cien, sencilla, sin pretensiones, el comfort food de toda la vida cuando aún no se había acuñado el término. Y también por la calidez que desprende siempre un equipo formado en su mayor parte por personas en riesgo de exclusión social y que responde a la vocación de los propietarios, Liad Finkelstein y Vicky Martínez, de estrechar lazos con la comunidad y contribuir a crear un entorno mejor a todos los niveles.

Los Tortíllez es un lugar disfrutón, hasta decir basta, donde brillan las tortillas para todos los gustos, desde las más sencillas a las más originales, y se combinan con las tapas de siempre, llamadas 'otras maravillas', que pueden ser desde las anchoas hasta unos buñuelos de bacalao con miel y ralladura de lima, un chorizo al infierno flambeado con anís (abran su instagram, porque lo merece) o unas habitas a la catalana, entre muchos otros.

Este otoño Los Tortíllez viene pisando fuerte y se han incorporado a la carta nuevos platos, desde los calamares rellenos en su tinta a la sepia estofada con guisantes perla y azafrán y un frincadó de ternera casero sensacional. Hay que dejar hueco (y asegurarse de que haya pan) para un cap i pota que va a dar mucho de qué hablar este invierno entre los comensales barceloneses.

El nuevo local de la calle Manso pretende llevar a Sant Antoni esa nostalgia bien entendida que nos traslada al salón de casa de nuestros padres o abuelos y que, de alguna manera, nos conecta con un pasado entrañable